Cuando pensamos en cualquier isla de Baleares lo primero que se nos viene a la cabeza es el sol, la arena y la playa en general. Siendo una de las zonas de costa más transitadas del mundo, si decimos que más allá de las aguas turquesas tenemos cosas por descubrir parece como si fuese una fantasía de la que acabamos de despertar. El Camino Romano de Formentera, como ejemplo de todo lo que nos queda por ver, es una de esas aventuras que no nos podemos perder.
Declarado Bien de Interés Cultural desde hace años este recorrido sigue siendo uno de los grandes favoritos por los lugareños. A pesar de que la isla puede presumir de contar con algunos de los rincones más salvajes de Baleares, lo cierto es que la fama que ganó este hace unos años es lo que ha traído también a esos turistas que no solo quieren playa. Conocido por algunos como el Camí de Sa Pujada, son muchas las personas que vienen hasta aquí en invierno gracias a la temperatura.
¿Qué podemos hacer en el Camino Romano de Formentera?
Explorado hasta la saciedad en los últimos años, el Camino Romano de Formentera se ha convertido en uno de los tramos senderistas más famosos de Baleares. Fácil de transitar y con cantidad de paradas en el trayecto, nos encontramos ante una excursión de lo más agradable para aquellos que buscan un poco de aventuras en sus vidas. Comenzando desde el antiguo pueblo de pescadores Es Calo, bajando hacia el bosque y siguiendo la ruta establecida, son muchas las cosas que nos quedan por descubrir. A continuación, algunas de ellas:
Pou des Verro
La primera parada que hacemos en este camino es el Pous des Verro. A simple vista parece como si no tuviese ningún atractivo real pero si nos centramos en la Historia que envuelve a este tramo del trayecto nos daremos cuenta de que hay mucho más a su alrededor. El pueblo de Es Calo, desde el que iniciamos la ruta, estaba constituido solo por pescadores hace unos años pero también por gente de ganado. Con el fin de dar de beber y comer a sus animales, venían hasta este punto donde encontraban su abastecimiento. Las horas que echaban hasta llegar aún se recuerdan entre los múltiples lugareños que quedan de entonces y sus descendientes.