Más allá de las paradisíacas playas que inundan la isla, existe una Mallorca fantasmagórica, romántica, cargada de Historia. Nido de artistas sin cabida por aquel entonces, nos encontramos ante un lugar cargado de vegetación, enormes barrancos y pueblos pétreos en los que cualquier turista estaría encantado de perderse. La cartuja de Valldemossa, corazón arquitectónico de la localidad, ha sido centro de inspiración para cientos de creativos que, en su momento, no sabían siquiera cuál iba a ser su destino.
Majestuoso de principio a fin, presume de haber sido vieja residencia de reyes y monjes (éstos metidos en una serie de celdas sometidos a un voto de silencio que podían romper solo media hora a la semana en la biblioteca) pero también cartuja que sorprende a los turistas. Muy bien conservada, todo el que viene a este pueblo siente la necesidad de dar un paseo por los jardines que la decoran. El edificio, cerrado temporalmente a consecuencia del covid y sin saber hasta cuándo se mantendrá, es algo que merece la pena ver aunque sea desde fuera.
¿Cómo es la cartuja de Valldemossa de Mallorca?
Aunque las visitas estén restringidas temporalmente, la cartuja de Valldemossa es un monumento de gran fama, un sitio en el que todos queremos entrar aunque sea solo por una vez en la vida. Original de 1310, cuando Jaume II lo escogió como espacio en el que quería construir su palacio, con el tiempo se convirtió en un monasterio por la orden de los cartujos pero, en 1835, los monjes fueron expulsados y el edificio quedó como un sitio de alojamiento de lujo que utilizaban los veraneantes de Mallorca.
Con objetos relacionados con la estancia de Sand y Chopin en el interior (incluidos los pianos de este último) cualquier buen fan de la música clásica o de la novelista francesa, tiene aquí cantidad de razones para pasar una pequeña estancia. Por otro lado, el Museo Municipal acoge una sesión dedicada a la antigua Imprenta Guasp, la sala del Archiduque Luis Salvador y una colección de arte contemporáneo que no podremos dejar pasar. Cargado de colorido e Historia, sin duda ofrece muy buenas garantías a los que la visitan.
Atravesando la cartuja de Valldemossa, pasando por delante del estudio del pintor Josep Coll i Bardolet, damos con el palacio del rey Sancho; una lujosa mansión que conserva piezas de lo que este edificio fue en su época. La escalera de acceso, el claustro y una torre de defensa son algunas de las partes que han quedado para el recuerdo. Declarado Bien de Interés Cultural de las Islas Baleares, cualquiera que pase por aquí debería hacer una pequeña visita a su conjunto.
De Sand a Chopin, los grandes nombres de la cartuja de Valldemossa
Uno de los reflejos históricos que tiene la cartuja de Valldemossa es la cantidad de artistas que durante un tiempo se alojaron aquí. Algunos, exiliados por sus ideas políticas, encontraron en este viejo monasterio un refugio en el que quedarse. A Jovellanos, que fue uno de los primeros, le gustó tanto estar por aquí que incluso se quedó una temporada de voto propio. Él, que no podía salir por su forma de pensar en un país que se encontraba con continuas controversias, no vio ningún inconveniente a la hora de echar raíces en la torre de huéspedes.
En 1835, cuando la residencia se hizo de dominio público, Mallorca logró un importante impulso turístico que llevó a las personalidades más grandes de la alta burguesía a perderse en sus costas. La cartuja, remodelada por aquel entonces, se hizo popular para nombres como los de Rubén Darío, Azorín, Miguel de Unamuno o Santiago Rusiñol pero, los artistas que más tiempo pasaron aquí fueron George Sand -pseudónimo de Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant puesto que tuvo que hacerse pasar por hombre y Frédéric Chopin, el fantástico compositor.
Sumergidos en un romance tras el turbulento matrimonio por el que pasó la escritora, llegaron a la isla balear con la idea de encontrar un rincón de paz en medio de todo el alboroto que estaban sufriendo. Él, bastante aquejado por su salud y ella, con un hijo al que tenía que cuidar se refugiaron en esta cartuja de Valldemossa con idea de pasar desapercibidos, disfrutar de un clima mucho más estable y dar rienda suelta a su creatividad. Así fue como salieron las obras de Preludios op. 28 por parte de Chopin y Un invierno en Mallorca de la mano de Sand.
Como vemos, la cartuja de Valldemossa está cargada de Historia, leyendas y vivencias que en ningún otro sitio de la isla se han dado. Ubicada en el centro del municipio, junto a unos jardines en los que se ven estatuas en homenaje a todos esos residentes que pasaron largas temporadas en este pequeño lugar, el conjunto se hace bastante apetecible para pasear o venir con la familia en una tarde de domingo. Así, si no lo conoces o deseas buscar algo diferentes para hacer, esta puede ser una buena alternativa.